Zizekeando

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Integrar la teoría filosófica en el análisis de la cultura popular desaparecerá, como lágrimas en la lluvia, sin poder ver desde Orion la fórmula decrépita de nuestra apuesta como sociedad. Y, entonces, personajes como Slavoj Zizek ni siquiera aparecerán en nuestro juego del conocimiento individual o colectivo, siquiera como fieras indómitas en ese circo que ya viene apagando sus luces, recogiendo sus telares en tecnicolor. La desaparición en los planes de estudio de todo aquello que suponga despertar la esencia vital por entender nuestro entorno, para adelante y hacia atrás, nos deja estancados en el curso de la Historia, hace de la evolución humana un rodillo atascado presto a comenzar a chirriar y producir chispa, hasta el incendio, pira de una civilización atascada.
ZizekDesde Eslovenia hacia el mundo moderno, entendido con el don de la antelación que otorga pensar en lugar de actuar desde la irracionalidad hoy más valorada que el patrón-oro que sustenta la imbecilidad del ser, Zizek acelera sus propósitos con ese pedal en el lenguaje que no conoce freno de mano ni de lengua, mucho menos a través de unas neuronas en veloz comandita. Pero en las aulas ese bastión que supone no arredrarse ante la capacidad de superar la memorística y trasvasar datos hacia el canal de la crítica tiende a la extinción. El sistema necesita mano de obra funcional, acomodaticia, como una masa de codicia que busca el destino de su ser mismo a partir de la obtención de bienes que quedan en el camino cuando la pieza es sustituida, como desechos de la vida contemporánea, como versiones 2.0 del interés humano por acaparar aquello a lo que da, por el azar de sus infortunios terrenales, suplemento monetario en la escasez de lo mismamente infiltrado como de interés; especies brillantes en manos de animales desorientados.
Parece, y parece con carácter presuntamente definitivo, que la frontera está cerca, sólo que la humanidad tarda en tocar sus murallas porque se ha empecinado en dilatar aquello que es definitivo per se dando vueltas de trompo como un satélite sin órbita conocida. Al menos la ignorancia permite continuar estos padecimientos grupales quien sabe por cuanto tiempo de supervivencia. Entretanto, unos pocos piensan por el resto y dejan encontrarse, por menos que por más, de modo que aunque el pupitre esté a punto de ser decorado con la calculadora de la eficiencia, algún que otro alumnos continuará escondiéndose en la última fila, azorado, blandiendo papel y pluma, mirando por la ventana como el clima acompaña sus cambios, integrando sus dudas en el entorno.

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