Mañana comienza la legislatura oscilante, primera etapa de este nuevo escenario camaleónico, en el que las rayas rojas tendrán tan poco grosor como el diametro de las complacencias repartidas se antojen. A partir de la toma de posesión de sus señorías podremos abandonar este zapping político que nos ha tenido eludiendo la publicidad institucionalizada por el rodillo absolutista del PP durante cuatro años, recuperando el placer del debate en Cortes así como, de sabroso aperitivo, podremos degustar los primeros entuertos a desfacer. El que concierne a la Presidencia de la Cámara Baja da la sensación que va a causar menos enrojecimientos de los previstos, y hasta puede conformar un fotógrama inicial que, paradojas de la nueva política, nos traslade a la imagen más viejuna que antojaría esta dispersión de lo mutable, con un superviviente Patxi López encaramándose al trono del reino de este mundo. Vivir para politiquear.
Pero lo que, y más aún tras el ofrecimiento multibanda realizado ayer por Pedro Sánchez, nos tiene a todos en ascuas es qué ocurrirá con el propósito de las diferentes corrientes adscritas a Podemos para establecerse como grupos parlamentarios propios, manteniendo unidad de acción desde la cuatricomia que refulge a partir del morado: cuatro voces, cuatro latigos sobre un mensaje. Cuatro esquinitas tiene mi proyecto. En definitiva, uno y cuatrino, hasta que la plurinacionalidad, tal vez, nos separe.
Para que esto se sustente habrá que jugar con equilibrio entre la línea roja con forma de comba con la que harán saltar inicialmente a las mareas, desde sus dos bordes, tanto el PSOE como Ciudadanos. Así, de pronto, parece sencillo comprar el argumento codicioso de que esta pretensión no esconde más que el interés por multiplicar las asignaciones que el Congreso establece para cada grupo parlamentario, amen de esa supuesta intencionalidad por expandir un pavor consistente en que la formación podemita es, en realidad, un neutrón con demasiados neutrinos orbitando sin prestar atención a la física gravitatoria más elemental.
Pero como de formar Ejecutivo va el juego cuando se lanzan los primeros dados y comenzamos a avanzar casillas, seguramente la desmemoria de algunos volverá a reblandecer eso tan flexible cuando de pactar se trata, llamado «Reglamento del Congreso». Porque echarse las manos a la cabeza por aquéllo que fue rutina a comienzos de la etapa constitucional para determinados grupos parlamentarios, u olvidar que en la legislatura 79-82, por poner un ejemplo, el PSOE consiguió eclosionar en tres herramientas de hostigamiento al gobierno de Adolfo Suárez, a través de sus diputados catalanes y vascos en libre formacion grupal, no es buen comienzo para berrear a sabiendas que estas cuestiones, futiles y menores, son pasto agrio como primer plato en el menú de entendimiento pactista.
¿Y esos potenciales pactos, cómo se presentan? Con galantería, claro. Ahora todos, a la ribera del PP, desean entenderse con el resto, en gran medida desde un renovado convencimiento de que existen más cuestiones que les unen de las que los separan. Renovadores y en alerta frente a la corrupción parecen ser los tótem sobre los que se asientan estas supuestas convergencias, pero tanto Podemos como Ciudadanos no se ven en necesidad de dar su brazo conciliador a torcer con tanta premura. El PSOE, por el contrario, renace desde su fantasmagórica posición de segundo en la cola de investidura sin vestimenta, amando a todos sus oponentes como sólo la codicia del poder podría soñar. ¿Qué ocurrira de aquí a unas semanas? Una pista o, tal vez, una recomendación estratégico-numérica: PSOE (Contando ese diputado de Nueva Canarias que todo el mundo olvida, y que irá al grupo mixto si bien afirma apoyará un gobierno progresista), más Podemos (unos y cuatrinos), más Junts Pel Sí en su formato de embajada catalana en las cortes del Reino, es igual a 176 diputados. Unos hablan de reforma constitucional para encajar la situación catalana; otros, de referendum para que la ciudadanía dé su parecer; y los últimos, de «hoja de ruta para la desconexión con el Estado central». Aunque resulte paradójico, también aquí uno puede ser trino. Es lo que vulgarmente se denominaba «negociacion política», y auguramos que va a volver a ser tendencia en esta temporada invernal.
Me gusta lo de uno y cuatrino, siempre desde luego mejor que uno y cuatrero (PP) 🙂
Siempre desde el titular se consigue descender con mayor agilidad.
Abrazos