Ocho meses escasos después de haber inaugurado esta residencia de puertas y ventanas abiertas que pretendía ser ave de paso, parada y fonda de honrada servidumbre, las ampliaciones han sido inevitables. En estos días de comienzo otoñal hemos dispuesto la entrada que marca el centenario de nuestra fundación, y de ella y sus noventa y nueve compañeras han bebido y se han alimentado cerca de sesenta mil visitantes. Algunas dependencias han visto como sus tabiques han sido derruidos para hacer sitio a nuevas e imprescindibles estancias, mientras cinco decenas de amados visitantes han tenido a bien compartir el día y la noche viendo pasar la realidad brillante y gris que nutre y, a su vez, vacía los recodos del inmueble.
Es una cursilería impropia y, a su vez, un agradecimiento emocionado transmitirles el abrazo anonadado por amar esta Casa Querida con una aceptación masiva desde su inauguración. Seguiremos abiertos, prestando nuestro servicio honrado. Cuando algo se construye y gestiona con el mismo cariño que es devuelto visitante tras visitante, texto tras texto, las fuerzas no flaquean ni en los días de tormenta. En esta casa nuestra, para todos, la luz es siempre rayo de primavera.
Efectivamente, es la casa de todas las personas de bien. Un abrazo.