Hace unos días, procedíamos a analizar, en esta misma sección, la inevitable comparación entre los hechos que se vienen sucediendo en el norte de África y su inevitable similitud con la caída de la URSS y el advenimiento de veloces revoluciones pacíficas en los países del Telón de Acero. En nuestra reflexión final, rechazábamos de plano cualquier paralelismo, centrándonos prioritariamente en la ausencia de una ideología común, un centro de poder que sirviera como as de un castillo de naipes, y la divergente realidad de cada Estado del magreb. En esos días, centrábamos nuestra mirada en los últimos días de Mubarak en el poder, aferrado al intento desesperado de escapar lejos del alcance judicial futuro y con su fortuna bien amarrada.
Túnez y Egipto viven en estos instantes procesos reformistas de los que poseemos un porcentaje insignificante de información en comparación con el show mediático, del gusto de las cadenas de televisión occidentales, que se formó en los días de revuelta y represión popular. Nada bueno parece que se esté cociendo cuando cientos de jóvenes tunecinos escapan diariamente hacia las costas italianas, mientras que en el país de los faraones los movimientos parecen más sólidos, pero en ambos casos sin rastro de los sátrapas huidos, y con una cúpula dirigente que continúa comandando, en sus respectivos países, ambos procedimientos abiertos.
A partir de ahí, miles de manifestantes en realidades tan alejadas como Yemen (país más atrasado de la península arábiga, con dictadura hereditaria en ciernes), Bahrein (príncipes petroleros implacables, pero a los que las fortunas y dirigentes atlánticos ríen las gracias, concediéndoles un GP de Fórmula 1) o Argelia (democracia manipulada, con un historial de terrorismo interno terrorífico) se han levantado sin importarles las brutales represiones que se han desplegado en cada uno de estos Estados. Y cuando todo parecía haber llegado a su cénit de sorprendente movimiento revolucionario colegiado, nos hemos vuelto a asombrar ante la firme rebelión en Libia, quizás el último territorio norteafricano donde se podía esperar una valentía ciudadana semejante. A pesar de haber sido para USA y Europa occidental parte del fantasmagórico, por inexistente, eje del mal; ejemplo de despotismo y negritud en cuanto a su realidad política y económica, cierto es que, gracias a sus magníficas reservas de petroleo de excelente calidad, mantiene un liderazgo incontestable en el continente en lo que respecta a niveles de alfabetización, sistema sanitario o formación académica. Que Gadafi ha sido el más hábil de los camaleones políticos surgido de la descolonización de mediados del siglo pasado es difícil de discutir, pero a diferencia de otros países de su entorno, la aniquilación de cualquier tipo de disidencia interna, la falta de respeto a los derechos humanos o la corrupción en todos los niveles de la administración pública no son características definitorias de la antigua colonia italiana, sino complementarias a otros elementos que hacen de la tierra de los beduinos un caso peculiar y complejo. Evidentemente, los elementos referidos anteriormente son consustanciales a los Estados mediterráneos de África, pero Libia es más que eso, no se le puede englobar en un saco demagógico. Libia es más para bien y para mal.
600 muertos en las calles, un despliegue militar sin piedad contra la población civil, un mensaje amenazante y sin titubeos a favor de la represión sin cuartel por parte del líder político, no es algo que pueda permitirse cualquiera. Mubarak y Ben Alí pueden dar fe. A primera vista, tanto USA como la UE (en el caso Libia, especialmente Italia) no parecen tener un interés especial en esta desestabilización de gobiernos proclives a vender sus riquezas naturales a buen precio y controlar un teórico «avance del islamismo radical». Uniendo todo lo expuesto, algo no encaja. ¿Quien mueve las marionetas de la valentía con tanta precisión? El desarrollo de los acontecimientos, cuando la chispa arde, es encomiable, y demuestra el hartazgo de una población empobrecida y sin expectativas pero, ¿Quién enciende las mechas? Porque son varios cartuchos, no una sola carga. Es como si el barco se moviera pero la mar estuviera en calma, y los navegantes se marearan aterrorizados, sin poder asomarse para ver qué empuja la embarcación desde el fondo. Las declaraciones y los actos del gobierno norteaméricano y de los representantes de la política exterior comunitaria así lo dibujan.
Esta agitación pertinaz, imparable y, repetimos, misteriosamente coordinada en tiempo y empuje, choca y genera desconfianza por un segundo motivo, tan rotundo como el primero. La concentración de revueltas poderosas ha comenzado y se desarrolla en los Estados, a pesar de sus míseras realidades colectivas, más prósperos del continente africano. Mientras se despiertan nuevas revueltas y se avivan y fortalecen medidas de presión y resistencia en todos y cada uno de los Estados desde el Estrecho de Gibraltar al Canal de Suez, las miserias del África negra callan y dejan pasar de largo el tren del cambio. Territorios más acostumbrados a una cotidianeidad marcada por la violencia tribal, por guerras civiles sin fin, por milicias sanguinarias que protegen extracciones de rapiña para loor de las grandes multinacionales, por pobreza límite, difícilmente superable. Por hambre y muerte infantil masiva. En Chad, Congo, Liberia o Guinea no se mueve ni una rama, y eso destierra la leyenda, muy del gusto cinematográfico occidental, de que éstas son revueltas tecnológicas, coordinadas por hordas de jóvenes dominadores de las redes sociales y capacidad de burlar tecnológicamente la represión gubernamental, la censura interna. Más al contrario, sustenta que estas marionetas se guardan a buen recaudo en el baul del altillo.
¿Hasta donde llegará esta apasionante aventura de rebeldía necesaria, en todo caso? Como anécdota, esta misma tarde Intersindical Canaria, una organización sindical que sin ser mayoritaria en el archipiélago sí cuenta con una importante presencia en estratégicos sectores públicos y privados, ha emitido un comunicado en el que pide al pueblo canario que «siga el ejemplo de nuestros hermanos del Magreb para desterrar la avanzada neoliberal y de recorte de derechos sociales, desempleo y falta de oportunidades que nos imponen desde el gobierno del Estado español, en la calle con la lucha y la movilización social». Demasiados hilos moviéndose entre los dedos de un escurridizo prestidigitador, agitándose al mismo son y gracias al ritmo de unos héroes que merecen, cuando todo esto acabe, que sean arrancados para imponer la melodía adecuada.
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