Poner distancia ante tantos frentes rugosos, por un período que no podría considerarse en tiempo real ni un intermedio balompédico para recobrar las sales existenciales básicas, está visto que vale de bien poco. Actualmente los balones de realidad se lanzan sobre nosotros con masa de titanio, a toda velocidad, aunque nos intentemos ocultar en el vestuario, a oscuras, meditando como regresar ante los focos con alguna táctica que nos permita soñar en la remontada o, al menos, en maquillar el resultado, para que los silbidos dejen paso a la comprensión, a la confianza en próximas jornadas.
Aunque cualquier necesidad de calma humana tuviera a su disposición la autoinducción de un reparador sueño social, al despertar, las mentiras de plasma y la violencia intolerante seguirán allí. Semanas después, Dolores de Cospedal regresará al atril, con la soberbia de costumbre, disfrazada de una Bernarda Alba de baja talla, ojeras en ristre, con la pretensión de un desmaquillaje que elimine las preguntas incómodas, en una simulación que pretende cobrar de una tacada. Lo mismo de siempre, la agresividad de costumbre.
La indignación popular continua in crescendo, levantando el tono y el ritmo a la misma velocidad sanamente estridente con que la clase política canovista se empeña en jugar a ser invisibles a la realidad, en repetir el discurso que les conservó en la falsa opulencia de antaño. Ahora la calle es nuestra, con la valentía de los últimos recursos, el conducto estrecho por el que se han obstinado en conducirnos para jugar a la guerra de los insultos. Miran a Venezuela y hablan de un país fracturado; ellos, que lo polarizan todo, que se empeñan en soliviantar a sus últimas huestes diciendo que los desahuciados a un alto tipo de interés no son más que filoterroristas que pretenden mancillar su paz social, la de los que resisten pasivamente.
Saltamos nuevamente al terreno de juego y frente a nosotros nos topamos con la misma alineación, inalterable, a pesar que no son capaces de dar pie con bola: una con fiestas pagadas en comandita corrupción; otra que defiende a golpe de virgen; un justiciero en pos de rescatar el aborto clandestino y los matrimonios indisolubles; el interior que sigue a la ley de su dios para él y para el resto; aquel volante exterior que ve la paja en el jugador ajeno; y todos comandados por un portero ciego y sordo, que prefiere el puro de palco a bajar al césped. El resto del equipo, ni está ni se le espera. O nos ha destrozado la red a puntapiés y nosotros seguimos pensando en el average.
¿Y el teórico árbitro de la contienda, cómo lo lleva? Pues confirmando el nefasto nivel de costumbre, con la complacencia de sus asistentes y demás parentela. La Jefatura del Estado parece agotada de una impostura de tres décadas, de una falsa campechanía que ya le resulta tediosa y, con ese cansancio de fingir, todo el castillo de naipes e infantas han ido rodando hasta dejar las postales veraniegas y navideñas en una mala instantánea de instagram, tomada en posición horizontal. No hay mentira que dure una generación ni sociedad que lo resista, y esto de la impecable Transición ya quedó superado, confiemos que por fin, no por dios. Lo cierto es que volvemos a abrir los ojos tras una hibernación a destiempo y dan ganas de seguir, perezosos, buscando el sueño que no nos despierte de una mentira resquebrajada. Esta etapa ha muerto, viva el futuro de vencedores sin vencidos.
[…] Poner distancia antes tantos frentes rugosos, por un período que no podría considerarse en tiempo real ni un intermedio balompédico para recobrar las sales existenciales básicas, está visto que val… […]
[…] Poner distancia antes tantos frentes rugosos, por un período que no podría considerarse en tiempo real ni un intermedio balompédico para recobrar las sales existenciales básicas, está visto que val… […]
¿Y el teórico árbitro de la contienda, cómo lo lleva? Pues confirmando el nefasto nivel de costumbre, con la complacencia de sus asistentes y demás parentela. La Jefatura del Estado parece agotada de una impostura de tres décadas, de una falsa campechanía que ya le resulta tediosa y, con ese cansancio de fingir, todo el castillo de naipes e infantas han ido rodando hasta dejar las postales veraniegas y navideñas en una mala instantánea de instagram, tomada en posición horizontal. No hay mentira que dure una generación ni sociedad que lo resista, y esto de la impecable Transición ya quedó superado, confiemos que por fin, no por dios. Lo cierto es que volvemos a abrir los ojos tras una hibernación a destiempo y dan ganas de seguir, perezosos, buscando el sueño que no nos despierte de una mentira resquebrajada. Esta etapa ha muerto, viva el futuro de vencedores sin vencidos.
¿Y el teórico árbitro de la contienda, cómo lo lleva? Pues confirmando el nefasto nivel de costumbre, con la complacencia de sus asistentes y demás parentela. La Jefatura del Estado parece agotada de una impostura de tres décadas, de una falsa campechanía que ya le resulta tediosa y, con ese cansancio de fingir, todo el castillo de naipes e infantas han ido rodando hasta dejar las postales veraniegas y navideñas en una mala instantánea de instagram, tomada en posición horizontal. No hay mentira que dure una generación ni sociedad que lo resista, y esto de la impecable Transición ya quedó superado, confiemos que por fin, no por dios. Lo cierto es que volvemos a abrir los ojos tras una hibernación a destiempo y dan ganas de seguir, perezosos, buscando el sueño que no nos despierte de una mentira resquebrajada. Esta etapa ha muerto, viva el futuro de vencedores sin vencidos.