Tiempo de madurez

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El dinero viene y va, pero no hay la menor duda que las manos que huelen a óxido ferroso con mayor habitualidad carecen de callos secos. En realidad, esas manos rara vez clausuran sobre sus palmas monedas de curso legal; lo tienen dando vueltas en busca de primos hermanos con los que emparentarse para ver crecer la pecuniaria parentela, pero siempre avisando al progenitor, obedientemente, sobre sus andanzas y sus idas y venidas.
Algo así ocurre en los discursos que ya están presidiendo la actualidad política de Euskadi y que no dejarán de revolotear, cada día con mayor agresividad en sus respectivos aleteos, a medida que se acerque el 21 de octubre. Patxi López dicen que se ha rendido ante la evidencia de la crisis y que, por una supuesta responsabilidad institucional, ha tomado la decisión de adelantar los comicios, como si ambas situaciones pudieran interconectarse para desembocar en una ineludible conclusión idílica. Ante el nuevo panorama electoral, con el retorno de la izquierda abertzale a las urnas, la fragmentación que rodeará Ajuria Enea suena con convertirse en un impedimento a medio plazo para que cualquier candidato pueda tomarla sin resistencia. Por lo tanto, y ante esa realidad, no parece ésta la mejor vía para activar la prosperidad de una tierra que, de por sí, mantiene los mejores niveles en cuanto a desempleo, productividad o consumo.
Ante todo lo dicho, desde luego los mensajes pueden dar bandazos pero no dejan de continuar bajo el monopolio de los micrófonos de siempre, micrófonos con mala memoria, que no retumban para evitarnos el bochorno de las contradicciones permanentes. El pacto PSOE-PP no aguanta una nueva mano de pintura, incapaz de secar en medio de una política nublada entre ambas formaciones. Y tanto desde Ferraz como en Génova saben que cada día que le dan de margen a Bildu, sus previsiones electorales despejan miles de dudas en forma de escaños, así que el consenso de las grandes formaciones nacionales les ha emparentado en ese altar que definen como de normalidad institucional, que viene a ser algo así como la negación infantil de que la Ley D´Hont les pueda ser esquiva en alguna urna estatal. Pero lo cierto es que ese 21 de octubre se les plantea como el tiempo de descuento máximo que se pueden permitir para mantener el resultado y dejar fuera de la competición a los enémigos globales que volverán a sentarse en Vitoria-Gasteiz. Bien lo sabe Basagoiti, que ya ha vendido su piel de hogareño cazador, tanto en las extremidades tendidas hacia todas direcciones para continuar refugiando su aspereza falsamente bonachona en despachos institucionales, como en esa perversa propuesta a machamartillo de reducir el aforo parlamentario de 75 a 60 butacas, a sabiendas de como afectaría esa restricción, fundamentalmente, en la provincia de Guipuzkoa, acogotando la linea de meta de los abertzales.
En todas éstas también vuelan sin brújula, yendo y viniendo, las sensibilidades electorales entre la masa votante nacionalista. El PNV arranca la campaña con una mínima ventaja que debe conservar a cualquier costa, ya que su victoria, aún en segura minoría, le otorgaría la legitimidad necesaria para desterrar a Bildu del panorama ejecutivo autonómico y poder pactar con cualquier otro partido a sabiendas que sus votantes le habrían indicado que retome el bastón de mando a toda costa, sin necesidad de ser escrupuloso en la elección de pareja.
Pero las encuestas se estrechan permanentemente, y desde la izquierda nacionalista son plenamente conscientes que dejarían a los jeltzales ante un panorama tenebroso si consiguieran superarles en esa línea de meta de finales de octubre, obligándoles a definirse como formación, a elegir la máscara utilitarista de réditos cortoplacistas. Que Bildu no va a poder, en ningún caso, formar gobierno, es cosa sabida entre sus fieles. Eso les alienta a escatimar ante la pereza de la abstención, pero habrá que comprobar entre los miles de nacionalistas indecisos que sestean con las frases barítonas de Urkullu y abogan por un avance en la construcción nacional de una Euskadi que opte por otra vía para retornar a la reactivación económica. Precisamente, el pacto entre nacionalistas permitiría una vía intermedia que reforzaría la normalidad política tras el cese de la actividad etarra, dando uno de esos pasos necesarios para que la ilusión deje de alzar el vuelo y se pose en la realidad vasca. Una lástima que la política y sus ambiciones sea afiliada permanente al vuelo sin motor del poder por el poder, dejando olor a metal en la conciencia.

7 Comentarios

  1. De Uruguay:Espero que hagan muchos comentarios, asi puedo informarme sobre el norte de España . Lo unico que he leido en los medios de incomunicacion es sobre Eta y atentados

  2. Qué buen artículo, estoy de acuerdo con tu punto de vista pero no puedo dejar de sentir un cierto recelo por ese bloque nacionalista aunque es verdad, que es dificil estar peor y supondria un cambio en la forma de afrontar la crisis; si asi debe de ser que asi sea.
    Un saludo

    • Amigo Aqueloo, que como debe ser en una democracia de verdad, sea lo que los electores comprometidos decidan. Nosotros elegimos, nosotros acertamos y erramos. Pero no dejemos que la abstención marque porcentajes de congresistas ajenos a la sensibilidad del país.
      Gracias por pasar esta noche por tu CasaQuerida!

  3. c) Subir el sueldo a los funcionarios, despedir o prejubilar a un millón y medio de empleados públicos artificiales y suspender la oferta de empleo público salvo en educación, sanidad y seguridad. La reducción salarial es una torpeza y una injusticia que no arregla nada, deteriora sus expectativas, les enfrenta a la sociedad y mantiene un costo excesivo. La descentralización autonómica y municipal ha desembocado en una orgía de empleo público innecesario que, lejos de mejorar los servicios públicos, los ha sindicalizado en su acepción más absurda: poco hay que negociar cuando el trabajo es estable y para siempre. Con 24 millones de habitantes menos, España tiene los mismos funcionarios que Alemania, peor pagados y más desmotivados. Este fenómeno tiene dos efectos perversos: de un lado, estimula en demasiada gente la sensación de que lo mejor que puede hacerse en la vida es lograr una plaza en el Ayuntamiento o convertirse en Belén Esteban. De otro, la política se aprovecha y lo estimula igualmente, procreando un ejército de asesores, directores, delegados y oficinas inservibles cuya desaparición absoluta debería imponerse: en unas partes de España esto es un atraco a mano armada; en otras además estimula un secesionismo absurdo al malgastarse en embajadas en el extranjero y todo tipo de inservibles consejos destinados a inocular en el ciudadano el virus del agravio.

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