Los miembros del actual Gobierno, cuando se ven enredados en algo tan trágico como una intervención ante la prensa o declaraciones públicas no controladas por guiones asesorados, suelen recordarnos que cuentan con el beneplácito de una amplia mayoría y que los tres años que les restan para crujirnos a sacrificios imprescindibles nos van a saber a poco. Se aferran a ese supuesto poder omnímodo que le ha otorgado el relativismo electoral, entendida su capacidad como una pregunta de lista cerrada con carácter cuatrienal, aún bajo la trampa de programas de gobierno que no valen ni como contrato social de baja estirpe. Y todo eso con una mayoría que no es tal, apenas un 30% escaso de nacionales con derecho a voto entregaron ese bastón demasiado largo de mando, que Rajoy y los suyos vienen utilizando como una varita mágica inversa, cargada con antipoderes frente a la ciudadanía. En realidad, por tanto, son una minoría que se ha enrocado en su palacio de silencio y mentira, una minoría cada día más profunda a medida que reciben la desafección de un porcentaje nada desdeñable de su electorado. Y lo son no solamente por ese abandono gradual que vienen recibiendo sus acciones políticas y sus omisiones, fundamentalmente en la lucha contra la degradación interna.
Son minoría desde el momento en que se declaran ajenos al cambio inevitable en las estructuras, toma de decisiones y demandas cívicas que se sucede a su alrededor. Pretenden gobernar como una mera delegación de imperativos de otras latitudes, creyéndose a salvo de la falibilidad humana. A medida que los resultados no aparecen, se dilatan los plazos, como una huida hacia adelante plena de fe, a sabiendas de que los resultados sí que llegan, pero en Berlín y alrededores.
Son minoría entendiendo la corrupción desde el silencio, desde la no existencia de lo evidente, malgastando su energía en levantar murallas de papel sobre los vertederos en continuo crecimiento en lugar de ejercer esa energía en regenerar el entorno, en darle vida a lo que se les viene pudriendo sin que sean capaces de percibirlo al evitar la acera, el discurso sin cámaras ni campaña.
Son minoría unos ministros demasiado ansiosos por ejercer, en jornada dominical, el innoble arte de la opinión no solicitada acerca de cuestiones que no incumben a sus respectivas carteras. Si al titular de interior los matrimonios entre personas del mismo sexo no le parecen fértiles y provechosos, o si a la del ramo del empleo le fascina entregar sus designios y los nuestros a las vírgenes inertes de cera y madera, lo único que se nos transmite es un escalofrio de vasos comunicantes, ya que esas apreciaciones sin venir a cuento parecen recordar a los compañeros de Consejo como deben decretar, en qué sentido. Y esa es otra.
Son minoría, precisamente, por como gestionan miserablemente su mayoría efectiva. Casi una treintena de decretos-ley en un escaso año de mandato, sin necesidad ni urgencia justificable, explica a las claras el nulo interés por impulsar el higiénico debate parlamentario, inmune a cualquier agresión a sus normativas pretensiones pero de lo más edificador al escuchar y poder ser escuchado. Si es que se tiene el más mínimo interés para desarrollar la vida parlamentaria sin heridas.
Son minoría porque han temido de tal manera su capacidad para enfrentar el caluroso momento que nos golpea que la defensa ha sido entregada a un vendedor de las mismas, la economía a quien les han ordenado desde el mercado al que rinden pleitesia, y la cultura…. la cultura…. tenemos ministro de cultura?
Son minoría porque su supervivencia está a expensas de una lengua suelta, de informaciones que insisten inexistentes pero que buscan hurtando ordenadores, realizando pruebas caligráficas y demandando a siniestro y tenebroso, pero nunca al centro de la diana. Su poder, se presume, ha crecido a base de una fidelidad electoral siempre ganada en sencillas oposiciones, pero poco a poco vamos conociendo donde se ha gestado realmente esa energía que viene de empresas que pagan e inversiones que permiten ejercer como grandes padrinos políticos.
Son minoría, y lo saben. El fracaso les ha llegado desde el momento que esperan soluciones con la alianza del tiempo como única apuesta, mientras utilizan el tiempo que les queda a toda pastilla, recortando lo colectivo para seguir nutriendo a los que abonan las futuras listas opacas. Seguro, no obstante, han aprendido alguna lección. los pagos siguientes los registrarán en excel, a salvo de pruebas periciales.
¡Bueno, bueno¡ hoy no te encontrará nadie barroco o alambicado, porque es difícil expresar mas con menos y de forma mas certera. Tienen prisa al parecer, por volver al pasado y a fe que lo desandan raudamente, como si dispusieran de la máquina del tiempo, cuando acaben de perfeccionar ese artefacto son bien capaces de resucitar al Generalísimo, cualquiera tiempo pasado fue mejor para esta gentuza.
Desde luego al analizar esta realidad hay que ir por la linea más recta, sin sarcasmos, ironías literarias o juegos de palabras que nos permitan jugar antes de que nos llamen a hacer la tarea. Lo que le sucede al actual ejecutivo, su composición, funcionamiento, y lo que eso irradia a la vida económica y social del país es tremebundo. Y amenazan con quedarse hasta el final de la legislatura!
Una cosa que deben tener en cuenta cuando tienen tantas ganas de mandar es que
1º- El gobierno de cualquier escala nacional tiene un plazo de a lo máximo de 4 años, o sea que se les puede retirar antes la confianza directa del voto directo; los cuatro años son como una prueba de buena voluntad que se le otorga al goberno pero que puede ser menos si gobiernan mal. No es iuna prebenda para agotarla como ahora se jactan estos mangantes. 2º-. Los electores tienen el derecho de votar como minimo cada 4 años a su gobierno, o sea que lo pueden hacer más veces en esos cuatro años si consideran que el gobierno es inepto, felón, corrupto, malversador, cohechante, etc…. , como se está viendo, ahora. Saludos
Sin duda, excelente apreciación. Pero cuando la ciudadanía le da por entregar una mayoría absoluta y ésta se pretende utilizar a base de silencio parlamentario y obstinación en políticas erradas, o hay abandono interno o los mecanismos para adelantar ese proceso electoral no se van a lograr por la vía de las buenas intenciones.
Sobre tu comentario a la noticia de Publico: «Los conservadores pasarían del 60% de los votos a candidatura obtenidos en las pasadas elecciones a poco menos del 42% que obtendría ahora, de acuerdo con los datos del último Barómetro del Centro de Estudios Murcianos de Opinión Pública (CEMOP).»
«Tienen que pasar veinte años y la maldita burbuja que ha destruido la región para que se den cuenta a medias los electores de que han sido gobernados por un capital con pantallas de economía fantasmal. Pero lo trágico es que le siguen otorgando un 40% de confianza. Están locos esos murcianos.»
Pues locos no, pero tienen lavado el cerebro como pocos, te lo digo yo que vivo en Murcia hace 6 años, soy valenciano aunque me crié en Cataluña y si bien el detergente ha pasado por todas partes, noto que aquí y en mi tierra natal usaron además blanqueador nuclear, jajaja
Desde la época de Polaris World, que nada más nacer ya tenía el traje de burbuja puesto, se veía a Murcia como una de esas expansiones canalizadas a través de economía fraudulenta, que no crea más que expectativas a pnto de nieve para su decepción y fracaso. Pero de igual manera Valcarcel parecía un virrey inexpugnable, y esas cosas hacen daño y crean duda sobre la capacidad crítica de la ciudadanía.