En los últimos días, coincidiendo con el feliz desenlace de la caída de Mubarak y su camarilla corrupta, la inmensa mayoría de los medios de comunicación nacionales e internacionales ha recogido en sus respectivas secciones de opinión sesudas reflexiones comparativas sobre la caída del muro de Berlín y el posterior e inmediato reflejo en la descomposición de los regímenes falsamente de izquierda del Este europeo como espejo y reverso idéntico a lo que viene sucediendo en el norte de África. En efecto, para prestigiosos analistas de todo corte y condición, todo lo que viene aconteciendo en este comienzo de siglo en el continente vecino tiene una explicación equivalente en situaciones acaecidas durante el desmembramiento del Pacto de Varsovia, destacando el desplome de la Unión Soviética. Nada más lejos de la realidad, nada más simplista y oportunista para la prosa fácil y el periodismo de digestión rápida, lamentablemente cada día más de moda.
Desde 1985 se venía gestando, sin disimulo, conflictos directos entre la población civil y muchos de los politburó del mundo prosoviético. Estamos hablando de una ciudadanía, en su mayoría, con aceptable cualificación académica, que mostraba su hartazgo por no disfrutar de la productividad real de un sistema que prometía otros futuros. No era, ni de asomo, como se ha intentando defender chabacanamente desde medios liberales, la exigencia de consumo al modo occidental. Había una dignidad muy superior en aquello, preferentemente en aquellos Estados sin tradición política de izquierdas antes de la II Guerra Mundial (Checoslovaquia, Hungría y Polonia). Es en estos países, junto a los habitantes de la RDA, donde el run run del descontento gubernamental, asociado a la corrupción inherente a la perversión del modelo, se empieza a oir con mayor eco (sin olvidar sus primeras aproximaciones en la década de los cincuenta y sesenta). A partir de ahí, sólo cabe preguntarnos cuando la chispa alcanza la dinamita; estudios largos y profundos hay de sobra, pero evidentemente hay una respuesta que lo engloba todo: cuando se perdió el miedo. A partir de ahí, con la aquiescencia de un gobierno ruso liderado por una camarilla sin ánimo de resolución del problema de base, se gesta la carrera de fondo. Una Unión Soviética sin fisuras hubiera seguido infundiendo pánico, precisamente por las experiencias aplastadas por el ejército rojo (Hungría, Checoslovaquia) en décadas anteriores. Este cóctel se desparramó por toda Europa del este precisamente porque los problemas eran coincidentes, porque las exigencias y los problemas eran calcados. En una economía profundamente planificada y con rutas de viaje acordadas desde Moscú, la respuesta no podía sino ser la misma, y a la vez.
Lo que estamos disfrutando en el mediterráneo africano no puede expandirse con tanta celeridad por dos factores confrontados con el análisis anterior: la escasa formación de la población y la divergencia en los problemas de raíz y las consecuentes exigencias futuras. Túnez y Egipto pueden coincidir en la presencia de estructuras corruptas lideradas por un personaje de apariencia firme y todopoderoso, ambas miembros de pleno derecho de la Internacional Socialista (esto lo añadimos para carraspear un poco); también en el progresivo descenso del, ya de por sí, humilde nivel de vida de la mayoría de la ciudadanía, mientras que el acceso a puestos de trabajo atractivos se encontraba reservado para familiares y amigos; para finalizar, el ejército de ambos Estados mantiene una cierta reputación neutral que ha impedido ser herramienta de freno a las primeras algaradas y, en consecuencia, masivas revueltas finales.
A partir de aquí, el periodismo internacional coincide en esperar un reguero de revueltas más o menos inmediatas, desde Marruecos hasta Yemen, atreviéndose a prever incluso posibles estallidos en Irán o Arabia Saudita. Craso error, simplista reflexión. En primer lugar, nos han querido colocar en oferta que la caída de Ben Alí y Mubarak se ha asentado en una juventud formada y harta de no tener acceso al mercado laboral, que utiliza las herramientas informáticas y de comunicación con agilidad y precisión; eso queda muy bien para los largometrajes que estén preparando en Hollywood, o para llevárselo crudo escribiendo ensayos al respecto, pero a millones de personas que subsisten con dos euros al día no los movilizas enviándoles un sms o un tweet, sino con algo más clásico: liderazgo y desesperación. Quien sacará tajada de ésto, quien ha movido bien los hilos desde la sombra, lo sabremos en próximos capítulos.
En segundo lugar, el norte de África no es una zona de similitudes macroeconómicas, ni mantiene coincidencias en propósitos y puntos de vista, ni tan siquiera para saquearlos a mansalva. En esto, cada tirano se lo monta por separado. En Libia, Marruecos o Arabia Saudita, el más mínimo atisbo de levantamiento masivo será cortado de raíz, sin vacilación, y en estos casos la cúpulas militares no son tan sensibles a las repercusiones futuras. La gran mayoría se juega mucho en la connivencia con los líderes políticos y religiosos.
Salvando las astronómicas distancias, en un paralelismo facilón, Egipto sería la Unión Soviética, el modelo a seguir (nunca el faro que guía, pero sí la potencia central en lo geográfico) para sus vecinos oprimidos y hastiados. Su derrumbe siquiera hará temblar el pulso de los últimos protectores del supermercado de occidente, sección petróleo y piedras variadas.
Sinceramente compañero, de la misma forma que la prensa amarilla simplifica, creo que tú vas por el mismo camino, aunque haces valientes apreciaciones.
Evidentemente, a la población que vive por menos de 2/euros al día no la movilizas con un tweet; pero eso no niega la alta formación (que no disponibilidad de los medios de producción, que eso es otra cosa bien distinta) de la juventud tunecina, no tan destacado en la sociedad egipcia, desde luego.
Sí estoy de acuerdo contigo, eso sí, en la heterogeneidad del «mundo árabe», si es que existe tal cosa.
Estimado amigo, en primer lugar muchas gracias por tus apreciaciones. Más que simplificar, nuestros artículos van destinados a sintetizar el hecho objeto de análisis. Si en materias tan densas introdujéramos estadísticas, opiniones ajenas, minuciosidad en los hechos, estaríamos hablando de una tesis o, como mínimo, de un reportaje dominical, y no es ese nuestra intención. Intentamos saltarnos lo que ya está masticado y consensuado, para dar una visión de fondo a la vista de lo ya ocurrido.
No tenemos constancia real de cual es nivel porcentual de la población tunecina o egipcia con la suficiente formación y, a su vez, desesperación para liderar y coordinar, sin olvidar el concepto sacrificar, una revuelta de tamaña dimensión; en todo caso, sí es seguro que en ambos casos es una versión reducida del nivel intelectual y académico de las poblaciones europeas del este.
Estamos de acuerdo en que esta mecha no seguirá prendiendo con tanta facilidad, es algo obvio.
Un cordial saludo, gracias por leernos.