La publicidad televisiva siempre ha sentido un cierto placer suicida por insertar, de cuando en cuando, ambiciosas campañas que suponen un batacazo de diseño y mensaje antes siquiera de aparecer en pantalla. Cabe preguntarse si los profesionales de la comunicación audiovisual que invierten tanta energía en convencer a las compañías contratantes y a sus superiores tienen algún tipo de relación con otro tipo de seres humanos con capacidad básica de interacción. De no ser así, sería hasta disculpable que lanzaran los mensajes que lanzan, que tropezaran tantísimo dinero ajeno en espacios comerciales que, a lo sumo, provocan risa, tristeza o hasta indignación.
Primer caso reciente. Una compañía de productos de limpieza textil, experta donde las haya en lanzar campañas y campañas con el machismo por bandera, ha dado un paso más aprovechando la onomástica maternal de este 6 de mayo, haciendo un guiño a tanta matriarca de pierna quebrada desde su fundación corporativa. Veamos el homenaje:
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Efectivamente. Pasados unos veinte segundos, hay algo en esa dulzura melódica que nos transporta a un plano que no casa muy bien con hijos amantísimos, limpieza de lavadora y barro a eliminar. Y es que a alguien le debe haber parecido apropiado aderezar el pasteleo materno-filial con una incomprensible versión del muy marchoso «You’re The One That I Want«, la composición que interpretan John Travolta y Olivia Newton-John en la clausura de Grease (1978). Los creativos que, encerrados por los siglos de los siglos en sus jaulas de diseño, orquestaron esta corrosión entre imagen y sonido, musicalizan esas inocentes relaciones de amor puro con una letra que reza lo siguiente:
Tengo escalofríos, se están multiplicando
Y estoy perdiendo el control
Porque la potencia que proporcionas
Está electrizando
Mejor prepárate porque necesito un hombre
Y mi corazón está puesto en ti
Mejor prepárate
Mejor entiende
Con mi corazón debo ser auténtico
Nada queda, nada queda hacer para mi
Y hasta ahí podemos leer porque al menos su humor despistado tiene la decencia creativa de cortar antes del estribillo, cuando la cosa se pone más hot. Qué este no es país donde fluya lo anglo y lo sajón no es ninguna exclusiva, pero tampoco es cuestión de insertar cualquier melodía extranjera en la convicción de que el oído es sordo. Además, ¿Qué tendrá que ver esto…
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… con la incitación a la venta masiva de detergentes? Como no sea por que en el subconsciente colectivo queda penilla de la rebeca blanca de Travolta, que a saber en qué barrizal acaba, difícil conexión.
Pero, en ocasiones, ese afán artístico torna en nauseabunda adicción al reality publicitario. Como los publicistas, ya hemos dicho, salen poco y se relacionan menos, tienen un miedo atroz a todo aquello que rezume vida más allá de sus imprescindibles interconexiones con el mundo real. Del miedo a lo desconocido se paren productos como el que sigue:
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¿Qué? Dilo, Mario Picazo. ¿Qué horripilante suceso les ocurre a los García por estar en su hogar? ¡Pero si tienen el salón como los chorros del oro! Nos anuncian que tengamos un montón de miedo para, inmediatamente, asegurar que todo el horror desaparece al instante conectando una alarma contra el pavor subjetivo. El mismo que sentimos contra el colesterol, porque mientras este trailer terrorífico se ha venido emitiendo, el meteorólogo con ínfulas de TV Star lo ha compatibilizado con una oda contra ese enemigo silencioso que recorre nuestro torrente sanguineo dispuesto a bloquearnos cuanta arteria se encuentre en su camino. Sí, lo han adivinado, los García tampoco tuvieron tanta suerte con su dieta.
Y, finalmente, como una consecuencia inevitable de sus encierros voluntarios, de sus respectivas existencias como tecnológicos ermitaños, se da la paradoja que los creativos de publicidad televisiva… ¡No ven la televisión! De lo contrario, no se entiende que intenten aportar realismo a la venta del producto y se obstinen en utilizar el mismo rostro para asuntos tan divergentes:
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Sin contar el que pueden disfrutar en la actualidad acerca de la supervelocidad de conexión a internet por parte de una compañía de telecomunicaciones. Todos seguiditos para darle la mayor credibilidad al protagonista. Pues eso, pongan un publicista en su vida. Así, con suerte, puede que se consiga empapar mínimamente de lo que ocurre más allá de su puerta. Y de la de los desgraciados García.
El problema es que si me traigo un publicista a casa, lo unico que va a ver son anuncios que es lo que ponen continuamente en la tele.
Carla
http://www.lasbolaschinas.com
Más valdría que salieran de su eterno retorno publicitario y se ocuparan de entender que hay más allá de la puerta de sus respectivos domicilios y centros de trabajo, porque por los mensajes que transmiten en ejemplos como los sugeridos, no parece que lo hagan excesivamente.
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