So horrible to watch the massive fire at Notre Dame Cathedral in Paris. Perhaps flying water tankers could be used to put it out. Must act quickly!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) April 15, 2019
Una frase así debe haberse repetido por cientos, a lo largo de la tarde-noche de ayer, en otras tantas barras grasientas de aquí y allá. Pero también desde la Casa Blanca, así, tan cerca de un botón nuclear y tan lejos del sentido común. No resulta necesario disponer de complejos conocimientos físicos para llegar a la conclusión, sin alcohol ni pollo frito por medio, de que lanzar toneladas de agua en zona urbana y sobre una estructura de cierta fragilidad, con madera y piedra a altísimas temperaturas es, cuanto menos, una idea de garrafón.
Incendiar las redes ha dejado de tener un sentido excepcional desde la llegada de Donald Trump a la jefatura de Gobierno norteamericana; ahora es un rescoldo permanente que se azuza para revitalizar en llamarada cuando cae la noche en Washington. Pero para el magnate neoyorquino ayer llegó la doble pirueta digital, la más difícil todavía: Hacer arder el sentido común a lomos de un hidroavión. En realidad tiene sentido, como amigo de lo breve e inmediato, una respuesta así, como de arcada a la hora en que ese pulso agrio te hace arrugar las sábanas, tan lejos de la vigilia para advertir la sorpresa. Trump, aunque su inmutabilidad facial lo contradiga, se sabe propenso a las impresiones; no habría, de lo contrario, otro motivo para que emergieran de ese modo ocurrencias sin alma ni razón día tras día, tuit tras tuit.
Claro que hablamos antes de barras de bar y, en eso, bajo los Pirineos hay cierta maestría, un palpable dominio. Lo de opinar con suficiencia, se entiende. No obstante, se aprecia el refinamiento argumental, superando la versión alada por algo más de andar por casa, menos estruendoso y que se aleja de ese exhibicionismo yankee insultantemente grotesco: Mucho mejor las hélices de un helicópero, batiendo a diestro y siniestro llamaradas para que, mientras el agua se entrega con energía a menoscabar cimientos, el fuego se recree en su destrucción capitel arriba, balaustrada abajo. Lo que intentan conseguir estos tuit sobre las mentes blandiblup que nos hemos otorgado, vamos.
Pero como rectificar es de hispánicos sabios, Soto dejó atrás tanta conspiración de media noche, tamaña sugerencia técnica al cuerpo de bomberos de la capital francesa y se lanzó a la disculpa casi regia, que desde Botswana se ha vuelto entre las clases pudientes algo muy rojigualdo.
Ayer comenté q me extrañaba q no se usaran helicópteros para apagar el incendio d #NOTRE_DAME , luego me enteré q es una barbaridad, q podría destruir la estructura, todos los días se aprende algo, muchas veces opinamos sin conocimiento…
— Jose Manuel Soto (@JOSEMANUELSOTO1) April 16, 2019
«Luego me enteré que es una barbaridad», dicho en alto, debe sonar como apoplejía cultural en coma puro. Es tan curioso la adicción a ciertas redes sociales que lleva a gente que mantenía la simpatía con rima a convertirse en víctimas de su propia incontinencia. Pero claro, cuando a la segunda pirueta siempre hay tiempo para un mortal agrupado más:
Ahora escucho a algunos bomberos decir q si se hubiera actuado desde el aire sobre el foco inicial de manera rápida el incendio no se habría propagado y la estructura no habría sufrido daños, ellos sabrán…
— Jose Manuel Soto (@JOSEMANUELSOTO1) April 16, 2019
Por si las moscas. El «Ahora escucho» es a twitter lo que «Muchos especialistas afirman» en el debate esotérico, sin dejar pasar el «la gente quiere», en lenguaje político sin descifrar. Las frases en formato condicional son la fortuna de la ignorancia, siempre con la tapa del cofre abierta. Y es que actuar así debe resultar de todo punto liberador: No sé, imaginemos, dejemos la mente hueca para que pase por ella corriente de primavera, con rachitas frescas o tibias sin lograr calentar la vía depaso: Algunas de las principales fortunas galas ya han anunciado donaciones por un montante superior a los 300 millones de euros ¡En menos de 12 horas! Filantropía de la reconstrucción, sin necesidad de bombardear primero, un avance en la civilización del negocio inmobiliario. Y mejor aún, sin plantearse las oportunidades de un solar a la orilla del Sena. No hay prejuicios para el holocausta capitalista, salvo que con los muros, por humeantes que estén, de la iglesia haya que topar. Por eso los Carrefour siempre caen a tiro de extrarradio.