Los escalones que teníamos la sensación de ir ascendiendo se han topado con la barrera que impedía siquiera acceder al edificio por construir. Esto que nos asola a diario en los titulares no es la valentía casual de un ramillete de excelentes periodistas, que también lo es, descubriendo un filón de dorada podredumbre bajo la veta de nuestros derechos y esperanzas; en este caso, es el descubrimiento empresarial de cómo arropar la verdad vende ejemplares, trae réditos publicitarios de un lado aunque se resten de otro. La valentía a cinco columnas se descubre siempre y cuando tras su cortinaje vayan a aparecer inmediatos sufragistas de las siguientes tiradas.
De igual manera, a medida que los titulares tienen una víctima al día, acorralar a las siguientes hienas con disfraz de ciervo herido deja de convertirse en un festín agradable. Los colmillos necesitan más sangre; de repente, la usura aplacada por esa connivencia multidisciplinar denominada pluralidad política ha deshecho su cortinaje y se lanza, rauda, a colgarse medallas de latón, gorras con múltiples estrellas de supuesta pureza administrativa. Mi transparencia refulge con blancura sin igual, parecen afirmar los líderes y aspirantes a ello que, antes de cerrar las rotativas, envían sus misivas bienhechoras, con todo el ánimo de conseguir un titular bonachón que mañana les incline a ser esperanza cautiva de unos cuantos miles de electores. No entienden nada.
Si las canas no han beligerado sobre alopecias aún más agotadas, seremos capaces de recordar que hace apenas dos décadas no necesitábamos prismáticos amables para asegurar, sin grietas ideológicas, que del 75 en adelante lo ocurrido era, en un paquete bien precintado, resultado de una suma de condescendencias inevitables en vistas al futuro próspero que ya, que ahora, que para siempre, estamos disfrutando. Todo parecía ser una cuesta arriba a base de escalera mecánica, como unos grandes almacenes poblados de mercancía gratuita; los hijos de los nietos que han tenido bandos pero, antes que nada, necesidad de comulgar miseria redentora, no fueron capaces de aleccionar preventivamente. España va bien, y ese mensaje nunca lo ha desvirtuado ni el más diminuto de los representantes con pernada de más de dos minutos seguidos en televisión nacional. Tal vez alguno sí, pero a quien le importaba, con tanto euro, tanto piso en plano y tanto crédito plástico que nos hacía europeos, universales. Extraterrestres.
Parece mentira que proxenetas de la corrupción entre depresiones tan vulgares y previsibles como estos Bárcenas, Correa y bigotudos varios hayan tenido que salir a la luz desde sus alcantarillas, sin aguantar siquiera la vela de sus miserias, para tener que darnos cuenta que resulta imposible de toda transición construir un período que deje atrás cientos de años miserables con la sola voluntad de un rostro militarizado, pleno de medallas de hojalata, frente a una cámara que cruza avenidas cinematográficas, eludiendo disparos y amenazas, para cumplir su trascendental leyenda en UHF de barrer en fotogramas heróicos toda podredumbre. Rostros en la clandestinidad, arrugas de blanco y negro frente al caudillo, todos parecieron abrazarse en una noche de akelarres con los ingredientes de listas cerradas, provinciales, alineadas en fronteras que no han dejado escapar la más mínima inspiración ciudadana. En realidad, un potaje agrio que ha ido disolviendo especias con sabor a crédito, ladrillos, automóviles, subvenciones.
Hemos tenido todos los escenarios que el teatro entendía como imprescindibles para que la obra culminara con aplausos a rabiar: división de poderes, elecciones, internacionalización de voluntades e inspiraciones. Todo el decorado ha estado listo y reluciente durante tres décadas, con poco silbidos, acallados éstos por plateas con una sonoridad estruendosa, independientemente del aforo de aquellos gallineros que han tenido que poblarse saltimbaqueando escaleras carcomidas, programas a medio redactar. Ahora llega la escena final, pero lo actores y sus interpretaciones no cuelan. Ni siquiera las primeras filas, acomodadas con la galantería de sobres amamantados, son capaces de replicar el diagnóstico del resto del aforo, que se duele terriblemente en la espalda, en los bordes del sobaco. ¿Qué será, doctor?
Después de leer el contenido,sin tiempo de pensar, he dejado que el cursor siguiera su ritmo. He leído «comentario herido», sacudiendo la cabeza he vuelto a mirar y he leído «tenemos el buzón abierto».
Gracias por tus reflexiones y análisis. Siempre abro con expectativas tus escritos.
Saludos,
Meca
El agradecimiento te lo dispensamos cuando, al pasar por nuestras vallas abiertas par e impar, asomas tu alegría, tu presencia agradecida, y pasas la tarde con nosotros. Y ahí hacemos fiestas, con confettis caseros, reciclados.
Qué gran tarde en CasaQuerida con tu visita!
Excelente artículo, lo del confeti que le comentas a María, ¡¡es la guinda¡¡ que risa, menos mal que todo no es tristeza.
Que falta nos hace la alegría, y a pesar de todo esos globos y ese confetti, nada más ser lanzado, nos arranca alguna lágrima ciudadana que otra. Confiemos que no nos agrien definitivamente los motivos para dar rienda suelta a puntuales momentos de diversión y algarabía.
Alegría siempre de verte cruzar la puerta de tu CasaQuerida!
[…] No es corrupción, es metástasis democrática | Casa Querida. […]
[…] Los escalones que teníamos la sensación de ir ascendiendo se han topado con la barrera que impedía siquiera acceder al edificio por construir. Esto que nos asola a diario en los titulares no es la … […]
Bastante recargado el estilo literario. En mi opinion, eso hace que el articulo sea muy pesado de leer innecesariamente. Cada frase es como meterse en un laberinto. Quieres salir rapido de ella. Un saludo.
Querido Sergio, confiamos que el laberinto te proponga varias salidas, que no sientas claustrofobia entre sus letras. Si cae la noche entre sus párrafos y no has podido encontrar alguna antorcha cálida, sentimos esa sensación de penumbra incómoda. Pero nos alegra verte entrar en nuestra CasaQuerida!
Todo el artículo es una obra de arte de meticuloso e ingenioso sarcasmo, pero cuánta palabrería hace falta para decir lo que casi todos sabemos a estas alturas: Que la democracia en España ha fracasado porque nunca se intentó en serio.
Estoy deseando presenciar el bis.
Es tan claro lo que viene ocurriendo que necesitamos relatarlo con algo de ironía, intentando provocarnos algunas sonrisas mientras nos reunimos a relatarlo. De lo contrario, sería imposible afrontar la fábula, las teclas quedarían resecas.
Deseosos estamos de contártelo más pronto que tarde. Estás en tu CasaQuerida!
¿»Casi todos»? ojalá, yo aun veo el vaso medio vacío, ojalá me equivoque y ya esté medio lleno, pero me temo que todavía falta un poco para el rebose de la vasija, en cualquier caso razones sobran para ese momento.
El «casi» es donde reside esa esperanza inocente por la que esperamos brote la honradez pisoteada. Una esperanza minúscula, cierto es, pero que hay que mantener para conseguir la supervivencia como ser social.