Nadie podrá con nosotros…

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… pero estuvieron muy cerca ayer.
En realidad, saltaron y se balancearon, lacrimosamente, con el metálico sabor de una victoria basada en el trasvase inevitable de las tendencias macrohumanas, de las euforias a nivel futbolístico a modo de histérico dominguero. No hay que perder tiempo reflexivo pocas horas después de los resultados electorales del domingo anterior. Debemos darnos tiempo para ver, oir, sentir y decir. Tres días después, por ejemplo, Fernando Onega, en el programa de TVE 59 segundos, afirma que la ley electoral no es culpable en el sentido que IU sufra cuatro veces más en su convicción ciudadana a la hora de lograr un representante público en base a nuestra democrática normativa al respecto, sino que , por el contrario, a la formación de izquierdas se le intuye como heredera de una tendencia ideológica (el comunismo), desarraigada y residual en el contexto político de la Europa occidental. Y tan ancho. Con una buena dieta a costa de calentar un sillón en la cadena pública un par de horas. De resto, el mediojubilado funcional con canas se dedica a repartir minutos bien pagados equilibrando dialécticamente la necesidad de reformar una legislación electoral que (no nos queda claro), beneficia ahora, perjudica mañana. Se pretende equilibrar el valor del voto mientras, a su vez, pisotean más de trescientas mil papeletas euskaldunas. Eso sí, que el urbanita obtenga valor comparativo en lo que respecta a la exigua provincia de Soria. O Albacete. O la Isla de El Hierro. Importante, sin duda, como la expresión soberana de tantos ciudadanos amordazados durante una década por una normativa profundamente antidemocrática.
Quique González, con su habitual prudencia y mesura pública, más allá de su manifestación musical, recordó en la antesala de la jornada de reflexión que no podíamos obviar un atisbo de simpatía y compromiso con los acampados que pueblan plazas y espacios públicos de nuestras capitales de provincia. A partir de ahí, el voto es muy nuestro, pero muy obligatorio. Desafortunadamente, el meridiano poblacional decidió no ejercer un derecho tan fundamental como el de la elección de nuestros representantes públicos, probablemente por la incapacidad de decidir o de esforzarse intelectual y físicamente a desarrollar esa magnífica prebenda auto otorgada. De igual modo, el otro tanto optó, mayoritariamente, por otorgar el control provincial y municipal a un horizonte político que ha demostrado su incapacidad gestora a la hora de proponer soluciones novedosas, propias y eficaces a la realidad coyuntural que padecemos.
Somos incapaces de desarrollar las múltiples cuestiones y respuestas que tendrán que dilucidar los resultados de norte a sur del territorio nacional. Los más de trescientos mil ciudadanos que han aupado a la coalición Bildu a la preemiencia de determinadas instituciones en Euskadi, que han arrancado los clavos de los mártires crucificados, no merecen el desarraigo pactista de las formaciones utilitaristas; menos aún cuando han renegado explícitamente de la violencia. Los mismos que han tendido la mano y el olivo sabroso para erradicar el neoliberalismo a sus supuestos socios comunes sufren la anomalía democrática de aquella ciudadanía inversa, que valora el desfalco con categoría de imputado masivo de las agrupaciones malcriadas a golpe de rencor y escándalo. Algunas como las nombradas han pisoteado el trabajo cordobés, seseñero, o abruman y condicionan el futuro en suelo obrero asturiano a sus naturales socios.
Los resultados, a lo largo y ancho del territorio nacional, deben ser objeto de profundo análisis detallado. Pero, aún así, no merece la pena. Los de siempre se reparten la pana mientras critican el sistema que les otorga el privilegio de afianzada clase social predominante, un status de divino camarlengo de nuestra lustrosa burguesía empresarial que exige pero no cotiza. Mientras, los parias nos repartimos entre los subgrupos de votantes cándidos, indignados irritados y perezosos inadecuados. Desde el lunes asistimos al circo ambulante de los pactos rumbosos, con ex candidatos plagados de pelotas anaranjadas en sus manos que dan vueltas,  y vueltas….; triple vaso de trilero con garbanzo que corre al grito de democracia!!!, mientras los ilusionados por espacio de una jornada plagada de papeletas no dejamos de observar los barcos que arriban a nuestros respectivos puertos, deseosos de que echen anclas para escalar esas gruesas tiras de nylon hasta escondernos en sus bodegas, rumbo al nuevo infierno. Pobres de los habitantes de las anchas mesetas peninsulares, resignados frente al nuevo catolicismo con bandera de Reconquista.

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