Los living

4
569

LosLivingSi Nito pudiera arrimar su desolador timbrazo a millones de rumiantes duermevelas simultáneamente, la desazón de su relato, sincronizad, poseería el mismo verso fatal: Usted se fustiga irregularmente, tan a medida del látigo que reparte de cuando en cuando la fiebre de su cuero en la esperanza traicionada; y éso es así porque pensó (y que cosas tiene eso de pensar en voz cuadriculada, en papeleta que ya imprime un pensamiento al que acomodarse) que su clase, su condición social, ya no es lo que era, se evaporó en la medida en que cayeron muros y se sortearon banderas. Por eso se permite el privilegio, como un lujo a su debido alcance, de confiar su salvación a aquellos que, a su vez, no tienen reparo en ofrecerle el peludo abrazo que, en lugar de abrigar, pica y raspa. No se ha dado cuenta aún, o se ha olvidado todavía, pero es que de lejos resulta tan confortable, tan mullido; no es algo definitivo, qué duda cabe, porque las piedras a tropezar acaban un día por hacer llaga y, con ello, recuerdo, pero mientras tanto usted ya ha acudido varias veces al colegio electoral queriendo recuperar la confortabilidad prestada a través de los que dan cobertura a los prestatarios. Mal negocio, pero claro, usted hace más de dos décadas que ya no recuerda el lado del mostrador en que se sumergían sus aspiraciones.
No seríamos tan capaces de aterrarnos así, de sopetón, porque eso de agredirnos en nuestra propia casa llamándonos traidores de nosotros mismos, dejando en barrena la credibilidad de nuestros propios actos, no es del gusto de la clase media, hipoteca arriba, moratoria abajo. Es egoístamente cálido abonar el germen de las culpas a las siglas, al pasado, a lo que ya no va a volver, como si eso supusiera un futuro de traspiés inevitables en el universo de la economía (¿de qué si no, si la esperanza y el destino se maneja en patrón-oro?). Nito se quedará desorientado, cabizbajo, preguntándose en qué parte del camino ha quedado su don para poner firme la esperanza humana de qué el fin queda lejos y el presente, a desmano. Es la ideología, estúpido, bramará histérico, pero de ese término no suele alimentarse el pavor cotidiano, más bien al contrario el espíritu de las ideas hace mucho que optó por regresar a la oscuridad, en hibernación hasta tiempos más fértiles. Eso que se denominaba conciencia de clase supone casi tanto un estigma como un espejismo del lenguaje, tan difuminado se encuentra su significado como las primeras células que comienzan su rabioso jugueteo a espaldas del resto del equipo, a tus espaldas y a las de tu inevitable destino.
Así Nito decaerá en la confianza de hacer algo grandioso, viviendo en y viviendo para. Viviendo para siempre, pero sin tiempo para recordar algún motivo por el que el sentido se quedará del lado de acá o se mereciera la esperanza de trasladarse a aquellos más allá, los que buenamente convengan.

4 Comentarios

    • Hay un cambio punzante y directo en las últimas páginas que o sorprende gratamente o decepciona, sin duda. Pero el epílogo lo decora de la manera que, en todo caso, mejor combina con el volumen en general. Un descubrimiento.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here