Lobo con piel de humano

1
1849

Tengo una maldad, bendita calamidad, mi vida es un trasunto (de mi esterilidad); tengo una maldad, ansioso por lo que pasará, me voy a dar el gusto… Y esa calamidad, al bípedo pedregoso, no le supone la más mínima vergüenza, mas al contrario le excita, rifle erecto en ristre sustitutivo, las cosas que pasan por su puro gusto polvoreado, espantado, apaleado. Y sabe lo que le pasa, porque a nivel penal es nada y, en función del territorio yermo de normas consuetudinarias , sabe lo que va a hacer, haciendo: Divertirse recorriendo el sufrimiento de patas cortas a cogote que explota en risa, patada y bota, sangre que no sale porque la cámara ve el sonido hueco del coágulo que retumba a muerte. La caza, la vida muerta.

Enloquece la opinión pública pero en el terruño, tú lo sabes muy bien, domina la debilidad osada del chaleco amarillo que reclama la punta hueca del cartucho mandón. Porque el derecho, derecho es. Caza, muerte, diversión ilimitada, normas asilvestradas. Esa gran debilidad será lo que será, pero es muy patria, valga el dios que da y quita, amen lo que desempolve el gatillo oficial apartándose del doble cartucho y el salto infame, mortal. Pero….

Por mucho o por nada, con cánidos amamantados para reventar la teta de la vida, en madrigueras secas o bajo pastos correosos, la familia con mirilla persigue lo mismo: Levantarse cada día que se permite en esta estrambótica realidad para tirar a dar, a dar en el centro, cornea, lomo, lóbulo, morro, objetivo carnagilatinoso que derrumbar, oquear, amedrentar, perturbar y, obviamente, derruir por puro gusto. Viva y bravo.

Curarse de este mal antes de enloquecer no es parte del bolero amable de aquellos que aparecen frente a la imagen que les corta el amable pulso del camino arenoso. Lo llevan en la mirada, lo llevan en la mirilla, y… ¡Ay, qué debilidad!

1 Comentario

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here