El ansia de poder no madura en los Guindos

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Nueva reforma financiera, ese titular tan impactante como vacuo a la hora de afrontar problemas largamente detectados y dejados secar al sol como calamares salados. Luis de Guindos, nuevo Ministro de Economía y viejo conocido del truculento mercadeo de valores y productos bancarios desde su alta responsabilidad en Lehman Brothers, toma su primera decisión de relativo calado haciéndonos creer que se ha caído de un idem, o que nosotros maduramos en una suerte de cerezos ácidos y tenemos tendencia suicida a precipitarnos bruscamente sobre un lecho áspero y puntiguado llamado desmemoria.
El FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria) vuelve a abrir sus puertas, desparramando el venenoso maná de ayudas públicas a cambio de nuevas y celerosas fusiones. El mercado, dice el titular del ramo, necesita cuadrar sus números con honestidad contable, y ya no hay plazo para más escaramuzas en aquellos balances que otorgan un valor que no es tal sobre el activo inmobiliario secuestrado por las entidades financieras. Lo afirma, lo dice, lo grita a mandibula batiente, uno de aquellos que disfrutó como un mico hace menos de un lustro alentando el mercadeo especulativo de viviendas indecentemente tasadas por encima de su valor aproximado, que hizo negocio del bueno hasta que estalló una burbuja exhausta de aire mientras él y los suyos se ponían a buen recaudo. Desde instituciones que se han demostrado culpables sin paliativos de provocar una crisis a consciencia, tal es el caso de Lehman Brothers, las clases medias fueron arrojadas a la ilusión tolerable de un cierto progreso materialista: tasar, dar valor y, a su vez, igualar ese falso coste con préstamos hipotecarios para casa, coche, muebles y viaje, resultó el completo fraude que ha devuelto, con mayor crueldad, las cosas a su histórico lugar; las clases sociales, lejos de mantener su contracción progresiva, han comenzado a sufrir la dilatación de este big bang que resulta en la lucha por liderar la Historia.
Le han dado tantas vueltas a las entidades financieras nacionales, tantas nuevas denominaciones solapan a la vieja nomenclatura, que han conseguido eliminar de nuestro castigado recuerdo que, tras toda esa maraña de minúsculos bancos prestos a ser devorados por la santísima trinidad capitalista, todavía late la esencia de las Cajas de Ahorros. El desguace y posterior venta de aquellas entidades que tanto se obstinaron en gobernar, prostituir y orientar como un apéndice de su desmedido protagonismo voraz, otorgándose faraónicos créditos blandísimos y despilfarrando desde sus obras sociales como un monedero agujereado, no soluciona el problema de raíz, la trampa preparada desde sus púlpitos codiciosos. La última reforma es, a su vez, la conclusión de una estirpe que ha preparado el terreno para bancarizar definitivamente el sistema financiero nacional, eliminando el concepto solidario y equilibrador que impregnaba desde su fundación las entidades de ahorro. Por no hablar de la potente herramienta de generación de riqueza que alumbraba la respectiva Obra Social en los territorios de origen de las respectivas Cajas. ¿De verdad quieren reestructurar el sistema financiero? No tire al monte, no se recueste bajo el guindo de esos frutos incomibles que producen acidez a corto plazo; muy cerca de aquí, cruzando los Pirineos, tiene la respuesta a sus jaquecas. Tan sencillo como guiar desde la CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorros) una macrofusión hasta obtener una única y gran Caja a nivel nacional, con orientación de servicio público y sin afan competidor para con la Banca privada; una entidad financiera que tenga determinada desde la Ley de Cajas el destino de los recursos destinados a obra benéfico-social, sin intervención decisoria de sus órganos de dirección, ahorrándole así al Estado partidas inversoras notables y democratizando y dando valor a esa devolución a la sociedad de lo financieramente generado. Pregunten por La Poste, pregunten desde donde se extraen los recursos monetarios para afrontar los gastos derivados del desarrollo de VPO (Vivienda de Protección Oficial) en el Estado francés. A veces es necesario soñar con que nuestros responsables políticos son capaces de tomar decisiones en beneficio de la sociedad a la que representan. A veces es necesario caerse de un guindo.

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