Si cuando miras un telediario te quejas porque únicamente te presentan miseria y destrucción, abre tu cubo de basura, dale fécula puntiaguada con revolución de colores a tu cristalino, y a otra cosa, quisquillosa. Eso de que la belleza puede hallarse en los lugares más insospechados es tan cierto como que el político que desaparece todo agosto, gobierno en funciones mediante, acusa de sobredosis de veraneo al contrincante que regresa en el siguiente puente aéreo. Y la mezcla, ¿Qué añadir a tanto colorido a trozos y en rebanadas, de cráter a punta? Es detritus volcánico, azulado coral que alimenta en silencio, a oscuras, el tiempo del adiós.
El tiempo de la memoria se maneja de forma muy pareja al hambre: Solo vamos a recordar aquello apremiante, lo más rabioso y directo. Nada más, al menos hasta colmar lo urgente. Algo así debe estar mezclándose entre los jugos políticos de la negociación para conformar un gobierno estable en España; de lo contrario, resulta poco recomendable aventurarse a entender porque las dos principales fuerzas políticas que aspiran (sic) a finiquitar un acuerdo continúen, erre que jota, taconeando sobre el mismo andar a lo largo del último mes y medio. Que si ya no estamos en esas, que si para tres ministerios de chichinabo ya tal… Vuelvan a fijar la vista en la naturaleza muerta de su izquierda y comenzarán a ver floretes donde, al principio, nada más que había unos spaguettis sin cocinar que daban asco y mucho.
Sigan, sigan, no dejen de observar el coratritus. Continúa modificándose como uno de esos libros de dibujos triangulares que juegan a las tres dimensiones con nuestra vista torpona ¿A qué ahora aparece un corazón de fresas ya como forma completa, alanceada? Ahí está la cardiología de la política, no lo duden. Los flecos de colores, las pasiones que surgen de cada tono, es tal cual el reflejo de esa ruta de ida y vuelta que se dispone en la negociación postelectoral para llegar a término, aunque sea necesaria oxitocina negociadora a litros. Porque leer el todo que forman esas piezas es como recorrer un poso de café olvidando el granulado: La clave está en la armonía.
Las incrustaciones amarillentas entre tanto rojo no dejan lugar a duda: El pacto PSOE-Unidas Podemos está hecho, pero recibirá trompicones hasta el último minuto. Es la dulce grasa de la revancha, la bilis fresca que busca podrir en lugar de enriquecer pero no hay colesterol HDL que pueda con la inercia de lo inevitable. Va aquí, a través del caudal de la experiencia, la lectura definitiva: La cúpula socialista no se ha quedado sin arena entre los dedos de los pies durante todo el mes de agosto para desarrollar una agenda de reuniones con diferentes colectivos profesionales y sociales, puritita antesala al último round, que bien cuesta para que participen rostros visibles de cada segmento, y hasta la vista. No, para nada. La corteza de ciruela-arteria morada desdice siquiera la más mínima opción de que ese cordón umbilical cardiaco no se encuentre bien sellado, sin posibilidad de corte. Un parto eterno, de cuatrienal aspiración. A mediados del mes de septiembre, con el cronometro del marcapasos pidiendo revisión urgente, se concretará mesa y mantel para confirmar que en noviembre no tendremos cita con las urnas, tal vez con una canícula extendida, a lo sumo. ¿Cuánto durará la alianza? ¿Se dejarán ver en público los dos líderes, mano a mano, pelillos a la mar? A tanto no llega las parábolas de Coratritus, no tentemos a la concreción.