Cacique, y a poca honra

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Las dinastías Baltar o Fabra han dejado al descubierto, para el gran pero poco impresionable público, que en todas las latitudes de esta España tan poco nuestra siguen encasquillados al poder una turba notable de de caciques, con todas las letras, capaces de ignorar las herramientas democráticas a la hora de continuar ejerciendo el poder absoluto como si de inmensas fincas se tratara. Pero apellidos tan ilustres en el arte de sublevarse frente a los mecanismos judiciales no son más que el clamoroso ejemplo de como se gestiona la cosa pública en un número nada desdeñoso de los más de ocho mil municipios patrios.
Baltar1Utilizar una diputación provincial como si fuera una sociedad anónima sin posibilidad de quiebra, en este caso la de Ourense, no ha resultado tan complicado para José Luis Baltar y familia cuando han mantenido el propio respaldo del Partido Popular, poniéndolo incluso como ejemplo de buen gobierno y de éxito electoral permanente. Estamos frente a la disciplencia más repugnante a la hora de articular la demagogia del análisis político por parte de los agentes que la componen, pero no es menos cierto que para consignar en las urnas, elección tras elección, papeletas equivalentes a mayorías absolutas, tiene que haber detrás una masa poblacional poco dada a la exigencia de un gobierno justo. Resulta imposible imaginar que tras la centena de enchufados declarados para que el deshonroso Baltar y su descendencia, natural y política, puedan sentirse recompensados o en deuda tan miles de electores como resulta necesario de cara a asegurar ese control sin excusas de las instituciones públicas locales.
El caso ourensano no es más ni menos escandaloso que el que ha alcanzado mayor notoriedad por su longevidad genealógica y su absoluta desvergüenza a la hora de dilapidar con tesón y amplia corruptela los tributos generales. En la provincia de Castellón ya caminan por la cuarta generación de terratenientes Fabra, a lomos de monarquías absolutas, repúblicas de sesgado recorrido, dictaduras de cara al sol levantino y democracias con astigmatismo. Tal es su velocidad a la hora de recolocar la deuda familiar que hasta la nena es diputada en Cortes, para que pueda insultar con vehemencia a los críticos de su papi aeroportuario.
Baltar2Son éstas las familias que representan las células alteradas con mayor malignidad en el trasvase de supuestas competencias y soberanía a finales de la década de los setenta del siglo pasado. Pero, no nos engañemos, amplia es Castilla y mayor aún resulta la sombra de esa tendencia por entender la política como la apropiación indebida permanente de la voluntad de sus compatriotas. No obstante, tanto monta, monta tanto cuando la podredumbre a la hora de violar el sacrosanto ritual de las urnas se desparrama de sur a norte, con habitualidad y sin necesidad de nocturnidad. ¿Qué nivel de respeto profesamos como sociedad a nuestras instituciones y nuestro sistema si somos capaces de dejarnos comprar o, peor aún, de entender la responsabilidad electiva como mera rivalidad balompédica?
Cacique1No cabe duda que el nivel de honradez de la clase política de un Estado marca, a su vez, la temperatura moral en lo democrático de su ciudadanía. Tener a un cacique sorteando tribunales con una risotada permanente, jactándose de serlo cuando los micrófonos le acorralan y permitiéndose amenazas a diestro y siniestro como si el panorama que le acorrala fuera el equivocado, el corrupto, dice mucho de hasta que punto las garantías procesales resultan eficaces pero, sobre todo, las ciudadanas, desde donde no estamos ejerciendo el efectivo control a los desmanes que, en gran medida, han venido pudriendo nuestro presente y nuestro inmediato futuro.

4 Comentarios

  1. Tinejo, a la sombra de tu artículo me da por imaginar que algo que caracteriza a los españoles es la conjugación del verbo caciquear: Yo caciqueo, tú caciqueas, él caciquea, nosotros caciqueamos, …, …,
    Dicho de mejor manera, creo que los españoles estamos necesitados de una universidad a distancia para aprender DEMOCRACIA. En esa hipotética universidad, además de aprender democracia, de paso, también aprenderíamos dignidad, ética, orgullo, … y otras materias muy necesarias para no tener que estar rindiendo pleitesía a nuestro cacique de cabecera.
    Quisiera creer que es solamente en España en donde esos caciques como Fabra, Baltar, Fraga, Camps y muchos etcéteras, campan a sus anchas y no temen a la justicia porque la justicia en España (ya lo dijo el alcalde de Jerez Pedro Pacheco) es un cachondeo.
    Y…, oye, ¿qué nos pasaría a ti y a mí si nos enteramos un día de que entre la justicia también hay mucho cacique por kilómetro cuadrado?
    Saludos,

    • Amigo Jesús, por desgracia me temo que somos ambos conscientes que esa actitud caciquil de «usted no sabe con quien está hablando» reside en casi todas las estructuras de esta sociedad, habiendo únicamente abordado un proceso democrático desde su escaparate, pero sin cambiar ni las estanterías ni haber renovado el stock. Responsables somos todos, porque de la sociedad emerge el poder.
      Cuanto nos queda por caminar!

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