De poco, nada. Absolutamente nada. Rodeados como estamos, creyentes de la excepcionalidad, de tanta vulgaridad equivalente a la que emanamos, le echamos vodka al té haciendo únicamente nuestro papel, que es de permanente extra. Qué bendita suerte contar con miles de políticos, hechos casta, hechos masa, malformados, tan adorables como los futbolistas de camiseta ajena, a los que nutrir con nuestra indispensable condición de enviar balones fuera de la patria.
No hay ciudadano que no guarde un arma debajo de su metafórica ropa interior. No hay ser humano que no camine con una tormenta sobre su cocorota, todas ellas empecinadas en complicar algo tan sencillo como es el panorama que le queda, sin fecha pero sin frontera. No es siquiera una afirmación que necesita el contraste de la ciencia histórica, especulativa siempre por cuanto el bípedo es especialista en amoldar su pavor a la excusa más pintoresca de cara a presentarse noble; sólos o en tromba, ensayar lo que no somos ni mucho menos pretendemos ser es hábito que fabrica demasiados monjes a tiempo parcial.
Dicho esto, qué podemos esperar de nosotros mismos, como sociedad, cuando el uno se convierte en miles por una de esas obligaciones demasiado excusables, y el 25 de mayo nos presentará ante unas urnas despotricadas pero que se mantienen cristalinas? A saber. Suponemos un concepto vivo tan peculiar, tan contradictorio. Ya nos están hablando de derby bipolar, televisión prime time mediante, y hasta nos descuidamos comprando cerveza y ganchitos, sabiendo de antemano que del empate no va a pasar la contienda, ya con treinta y tantos años de duración. Debe estar escrito en el guión, pero nos encanta espiar por rendijas a otros que huelen mejor tras comprar su perfume con los billetes grandes de nuestra cartera.
Quién representa qué papel es lo que nos queda por dilucidar. ¿Nos hemos traicionado y somos los que estamos instalados en la trinchera equivocada, lanzándonos nuestras propias granadas? Los hechos así lo aparentan, al no dejarnos respirar tapándonos las fosas nasales con la excusa de una fetidez que no es más que oxígeno perfumado. «PSOE y PP, la misma mierda es», retumba de lejos mientras ellos recontarán, una vez más, toneladas de papeletas, en el mismo momento que González Pons cierra su maleta de viaje, sonriendo sus miserias, y Arias Cañete y Elena Valenciano se manda whatss de mutua condolencia febril, dulces derrotados, ganadores permanentes.
Europa, España, Cataluña, Barcelona, tu barrio, la casa que has perdido, la baldosa en que decenas acaban reposando su exilio forzado; fronteras de arriba hacia abajo, de nuestra trampa hasta las mentiras que siempre quisimos creer. Mientras el maniquí de enfrente nos resulte extraño, tal vez rival, las quejas nos seguirán engordando con sumo colesterol existencial, llenaremos Estrasburgo de cientos de mentecatos con derecho a seguir sonrojándonos a seis mil euros el despropósito, involucionaremos creyéndonos vanguardia del nihilismo generacional. Seremos, pues, actores nada memorables.
¡Megaguentó, qué buen artículo! Memorable. Salud.
Agradecido, halagado y algo sonrojado. Un placer ser leido con un entusiasmo así, porque ya le da la razón de ser escrito.
Salud y Abrazos.
¡Ay amigo!. Extras con frase (un voto) y pensaremos que hemos alcanzado el reconocimiento universal.
Un abrazo amigo.
Pero recios como maniquis abandonados a su suerte, tensos y con la boca sellada. Qué cosas, qué panorama.
Grandes abrazos.
Hay bocas que gritan… Lo que sucede es que no hay manera de unir de momento. Perseveraremos.
Un abrazo.
Pd. Reproduzco enlace
Un panorama que habíamos olvidado y que se presenta con toda clueldad.
Un abrazo.
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